El 4 de agosto de 2020, unas sustancias químicas explotaron en un almacén del puerto de Beirut matando a 218 personas y causando una gran devastación en buena parte de la ciudad.
La explosión supuso un punto final para mí y para el Líbano.
Incluso antes de la explosión, el país estaba en una situación muy mala a todos los niveles, sobre todo económica y socialmente. Estaba muy desesperado y sentía que tenía que salir del Líbano, ya que parecía que sólo había dos posibilidades para mi futuro si me quedaba: la primera, la muerte, y la segunda, el fracaso.
Soy ingeniero y trabajo para la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en Beirut, supervisando proyectos de nuestro Programa de Inversión Intensiva en Empleo (PIIE) en todo el Líbano.
Después de la explosión, me quedé en casa reflexionando sobre mi futuro. Pero entonces el trabajo me llamó y me encargaron que ayudara a limpiar los escombros en Achrafieh, un barrio de Beirut. Cuando terminamos nuestro trabajo allí, nos trasladamos a otras zonas de la ciudad. Poco a poco, empecé a recuperar la esperanza.
Luego nos pidieron que rehabilitáramos algunos edificios de Beirut, entre ellos una comisaría municipal en Karantina, un barrio del noroeste de Beirut. Era como un pequeño ejemplo de todo el país. Estaba casi totalmente destruida y la gente que trabajaba en el edificio se enfrentaba a una situación muy mala, con muchos problemas económicos y sociales.
Casi todas las ventanas, puertas, luces y techos estaban dañados, así como los sistemas eléctricos y de agua. No se podía acceder al segundo piso debido a la caída de un muro y parte del techo.
Era mucho trabajo. Incluso los trabajadores contratados no estaban muy motivados. Así que, era un reto y un riesgo para mí estar en este proyecto porque si fracasaba afectaría a nuestra reputación. Pero sentí que tenía que actuar. No podíamos quedarnos en casa pensando y siendo pesimistas.
Sentí que tenía que actuar. No podíamos quedarnos en casa siendo pesimistas.
Hani BaltajiOficial de proyectos de la OIT
Esto abarcaba todo, incluyendo las horas de trabajo, si existían todas las medidas de seguridad necesarias, si tenían todo el equipo de seguridad y protección personal que necesitaban y si el contratista les pagaba regularmente. Si surgía algún problema, podían hablarlo conmigo para que yo resolviera cualquier cuestión que surgiera.
Mi segunda función era supervisar la calidad del trabajo técnico y garantizar que el contratista se ajustara a los planos arquitectónicos y al diseño. Esto incluía consultar con el director de la comisaría, el coronel y otros policías. Si tenían comentarios o sugerencias, me tocaba encontrar una solución para satisfacer sus peticiones.
Esperaban estar unos días, tal vez una o dos semanas en el trabajo, sin ninguna organización, haciendo cosas al azar, sin ninguna medida de seguridad, pero cuando vieron que este trabajo era muy diferente a los que estaban acostumbrados, se sintieron muy felices. Trabajaban de corazón. Intentaban ofrecer el mejor trabajo posible.
Además, fueron contratados para realizar trabajos cualificados. Recibieron formación. Algunas mujeres trabajaban en la pintura, en el enlucido, en el alicatado y en la fijación de falsos techos. Realizaban tareas cualificadas que tradicionalmente realizan los hombres.
El resultado es que se sintieron muy felices. Se sintieron orgullosas y eso les ayudó a encontrar otros trabajos. Hace poco, en la inauguración oficial de la comisaría, una mujer me dijo que ahora está trabajando en otro lugar en un empleo cualificado y que aprendió esta habilidad gracias a nuestro proyecto.
También contratamos a cinco trabajadores con discapacidad. Antes de que empezaran a trabajar, identificamos las tareas que más les convenían. Tuvieron un buen rendimiento y la calidad de su trabajo fue excelente.

Ya no quiero dejar el Líbano. He visto que podemos cambiar incluso la situación más difícil y mejorar las cosas.
Tuvimos un impacto muy positivo y terminó con una historia de éxito. Espero que el futuro de este país sea también una historia de éxito.
Algunos de los trabajadores, capataces y el contratista, Mohamad Tabbaja, se reúnen para la inauguración del edificio de la policía municipal.
© Mohammad Bitar